EUSKERA

El otoño es tiempo de sopas, un plato reconstituyente que nos hidrata y entona, proporcionándonos la energía que necesitamos en los días de frío y lluvia.
La sopa de ajo es uno de los platos más tradicionales y sencillos. Nunca faltaba en los hogares humildes, producto de la escasez de alimentos y el ingenio gastronómico.
En el País Vasco tenemos la zurrukutuna, sopa de ajo a la que se le añade bacalao y guindilla. Típico de la cocina vasca, se elabora con tres humildes ingredientes: pan, ajo y bacalao. Muy popular en los caseríos, en zonas rurales, era un plato fundamental para reponer fuerzas tras las duras faenas diarias.
La denominación proviene del verbo zurrupatu (sorber en euskera), onomatopeya del ruido que se hace al comer la sopa muy caliente.
La carne del pimiento choricero y el huevo completan los ingredientes de este plato. El huevo, escalfado, se incorporaba al final, haciéndose a fuego lento. Antiguamente sólo se añadía los días de fiesta, como algo excepcional.
El bacalao, un producto barato, se añadía desmigado al principio de la preparación, una especie de pilpil, o al final para que quedara más entero.

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