Cítrico con forma ovalada, piel gruesa,  particularmente fragante y con un sabor ácido fuerte. Procedente de China, fueron los árabes quienes lo introdujeron en la Península Ibérica durante la Edad Media. Por la benignidad del clima, fue la costa mediterránea donde arraigó su cultivo.
Desde entonces se ha convertido en un ingrediente esencial de nuestra cocina, para aderezar, conservar, macerar y aromatizar una gran variedad de platos: ensaladas, arroces, pescados, postres, zumos, sorbetes, helados…
El limonero tiene varias floraciones a lo largo del año, la más temprana en otoño, una intermedia al comenzar el  invierno y finalmente otra en estas fechas, inicios de la primavera.
Puede durar semanas a temperatura ambiente y hasta un mes en el frigorífico (6-8ªC).
Es una fruta rica en vitamina C, que refuerza las defensas del organismo, y ácido cítrico. Con un alto contenido de agua, es muy saludable para el organismo. Por su bajo contenido en calorías es muy utilizado en dietas de adelgazamiento porque, de hecho, actúa contra las grasas.
El limón es rico en minerales, sobre todo potasio (beneficioso para la actividad muscular y para la hipertensión arterial) y, en menor proporción, magnesio, calcio y fósforo. Tampoco hay que olvidar la vitamina C, que posee en gran cantidad, fundamental para la formación de huesos y dientes y para evitar infecciones respiratorias y resfriados. Igualmente, aporta complejo vitamínico B, vitamina A y E.
Además de las propiedades nutritivas citadas, hay que reseñar las propiedades preventivas y curativas: es digestivo, astringente, reduce la presión arterial, elimina toxinas, fortalece el sistema inmunológico y disminuye el nivel de colesterol.
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