Cocinar con cacharros de barro es una maravilla, sobre todo cuando se combinan el barro y las cocinas más tradicionales: las viejas cocinas económicas, con sus portillas para el brasero y el cenicero y su horno y sus bocas de alimentación de combustible, que permitían el paso de la llama viva si así se deseaba para hacer frituras.Utensilios de barro y vieja cocina eran el corazón del hogar y además se cocinaba sin prisa.

El barro es ideal para una cocina lenta, a la vieja usanza y temperatura no muy alta. Es sensible a los saltos térmicos, de modo que se procurará una temperatura homogénea. Ideal para estofados, guisos, lechazos o arroces, los alimentos no se pegan, se cuecen muy bien porque regulan muy bien la humedad y además el barro no desprende ningún tipo de sustancia. Existen cazuelas y fuentes compatibles con vitrocerámica e inducción (con adaptador) pero siempre hay que pensar en plazos largos de cocción y en aumentos progresivos de la temperatura.


«El barro es y debe ser lento, porque es cuando aporta todas sus virtudes, como sucede cuando se emplea en hornos de leña.»


Pero también el horno eléctrico y el barro casan perfectamente. Basta con tener un recipiente adecuado y moderar la temperatura del horno. Si pensamos en un pollo entero, basta con eviscerarlo, añadir hierbas aromáticas al gusto, limón, sal y pimienta y aceite de oliva de calidad y meterlo un par de horas al horno a 170 grados, sellando bajo la tapa con aluminio para que no existan fugas de vapor. El pollo se cocinará con todo su sabor y estará muy tierno.

 

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