Plato típico de nuestra cultura gastronómica, goza de un gran arraigo por la sencillez de su elaboración y su delicioso sabor, ideal para entrar en calor en los días fríos. Tiene tan sólo cinco ingredientes básicos: agua, aceite, sal, pan (pan duro sobrante de días anteriores) y ajos. Sopa económica, muy consistente, perfecta para reponer fuerzas, ha gozado desde siempre de gran popularidad. Por toda la península hay diferentes formas de prepararla: en Andalucía se añade coliflor, en Aragón picatostes, en La Rioja pedazos de tomate y pimientos… En algunas zonas es el plato típico de la Cuaresma por su sobriedad, al no incluir carne. En Castilla la sopa de ajos era el desayuno típico en las zonas rurales.
En el País Vasco hay variedades a la hora de elaborarla según la zona. Por ejemplo,en algunos lugares se fríen los ajos mientras en otros se cuecen. Se añaden dos dientes de ajo por persona (hay quien los aplastan para dar más sabor), corteza de pan  y se utiliza la pulpa del pimiento choricero para darle ese color característico en vez de pimentón. Casi siempre se añade un huevo escalfado por comensal cuando no se trata de una recena. Hay quien utiliza pan rallado para engordarla, panceta o bacalao desmigado, en este último caso se trataría de otro plato, la zurrukutuna.
Sus cualidades emulgentes (actúa de emoliente y neutralizante de la mucosa estomacal irritada por los abusos) la hacen idónea para la cena tras una ingesta copiosa.
Las sopas son muy saludables, ayudan al organismo a mantener la temperatura adecuada y nos hidratan en los meses más fríos.
 
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