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Además de impactar en la salud humana, el modo en que nos alimentamos afecta a la salud del planeta por su impacto medioambiental. La producción de alimentos de origen vegetal tiende a generar menores emisiones de efecto invernadero y precisa de menos agua y menos tierra que la producción de alimentos de origen animal.

La humanidad transita hacia un sistema de dietas saludables a partir de sistemas alimentarios sostenibles.

Si pensamos en un planeta habitado por diez mil millones de personas, escenario que se alcanzará hacia 2050, las legumbres están llamadas a desempeñar un papel clave en la alimentación: lentejas, guisantes, alubias y otras legumbres pueden conseguirse a través de un cultivo relativamente sostenible. La emisión de gases de efecto invernadero es hasta siete veces menor en cultivo de legumbres que en otros cultivos, y además contribuyen a fijar el carbono en los suelos. Además toman su propio nitrógeno de la atmósfera, reduciendo la necesidad de aplicar fertilizantes nitrogenados. El resultado es que tras la cosecha el suelo dispondrá de residuos ricos en hidrógeno, beneficiosos para el próximo cultivo.

Naciones Unidas sostiene que algunas legumbres especialmente resistentes a la sequía contribuirán a proporcionar seguridad alimentaria en ambientes secos, en los que la alimentación supone un desafío. Además, las legumbres se pueden secar y almacenar durante mucho tiempo sin que esa práctica implique pérdida de valor nutricional.

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Fuente: Healthy Living Guide 2020/21, Universidad de Harvard

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