La cebolla,  originaria de Próximo Oriente,  era muy apreciada por los griegos y romanos que la extendieron por el resto de pueblos mediterráneos.  En aquella época se desarrollaron las cebollas de bulbo grande, a partir de las cuales se obtuvieron la gran variedad existente hoy en día.
En la Edad Media, la cebolla comenzó a formar parte de la medicina popular y se convirtió en  un alimento esencial en la dieta de la gente más humilde, “pan y cebolla” eran símbolos de pobreza.
Es ingrediente o condimento en múltiples platos de la cocina mediterránea. Su ingesta cruda, por ejemplo en ensaladas, es la más sana porque mantiene todas sus propiedades.
Aunque la temporada de las cebollas es de abril a julio, la gran variedad de especies garantiza su presencia todo el año.
Con el fin de mantener sus propiedades organolépticas y nutricionales es aconsejable conservarlas en un lugar fresco, seco y sin luz, nunca en la nevera (salvo una vez cortadas).
Cualidades nutricionales
Con un contenido en agua cercano al 90% su aporte calórico es muy reducido. Sin embargo, su aporte en fibra, minerales (calcio, hierro, magnesio y fósforo) y vitaminas (B3, B6 y, en menor proporción, C y E) es muy considerable.
Además, es diurética, depurativa, digestiva, reconstituyente, con gran abundancia de antioxidantes.
Hortaliza lacrimógena
Para evitar llorar al pelar cebollas es aconsejable sumergirla en agua o meterla a la nevera antes de cortarlas.
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