En todos los países desarrollados, y el nuestro no es una excepción, la nutrición está de máxima actualidad pues la sociedad contemporánea muestra un interés creciente por los problemas que presenta la alimentación del hombre y va tomando conciencia de su estrecha relación con la salud, puesta de relieve por el impresionante progreso que han experimentado los conocimientos científicos sobre la naturaleza de los procesos nutritivos en los últimos años. Sin embargo, estos avances realmente espectaculares son, en ocasiones, difíciles de transmitir como mensaje y pueden resultar, a veces, incluso contradictorios. Por otra parte, y desgraciadamente, este plausible interés motivado sin duda por el legítimo deseo de disfrutar de una vida larga y sana, se acompaña de la proliferación de toda suerte de recomendaciones basadas en mitos y creencias irracionales con completo olvido de los principios establecidos por el estudio científico de la Nutrición y, en no pocos casos, en flagrante contradicción con los conocimientos sólidamente documentados que actualmente poseemos. Así, han surgido una serie de falacias, mitos, «dietas mágicas», etc., que constituyen uno de los mayores problemas de la nutrición en las sociedades industrializadas. Aunque no existe duda de que muchas personas de buena fé pueden divulgar información inadecuada, también es cierto que apoyados en estas doctrinas existen negocios muy lucrativos que pueden conducir a situaciones patológicas irreversibles. El problema se agrava si tenemos en cuenta que la tendencia a consumir este tipo de alimentos y dietas se ha incrementado notablemente en los últimos años. Una información a la población que no llegue por los cauces adecuados puede dar lugar a un grave problema de salud. Proponemos hacer una revisión crítica de las diferentes «dietas mágicas», incluyendo en este término a todas aquellas que, sin ninguna base científica, pretenden poseer cualidades indemostrables que no están de acuerdo con los conocimientos actuales de la Ciencia de la Nutrición o exageran propiedades y efectos que no son evidentes ni probados.Es indiscutible que la magia se opone al concepto de Ciencia. Dentro de las «dietas mágicas», las que tienen una mayor popularidad son las de adelgazamiento que pueden constituir en la mayoría de los casos no sólo un fraude sino también un peligro para la salud. Estas dietas son consecuencia de la actual obsesión por perder peso y por conseguir el llamado «peso ideal» que tanto preconizan los medios de comunicación, llegando a anteponerse el aspecto físico a la salud. Es preciso recordar que aunque la obesidad es un problema de primer orden, la delgadez por debajo de ciertos límites, juzgada por el índice más utilizado actualmente – el índice de masa corporal «peso (Kg) / talla2 (m)», inferior a 20 – está asociada con una mayor prevalencia de ciertas enfermedades y con un aumento de la tasa de mortalidad. Muchas personas preocupadas por perder peso se encuentran, paradójicamente, dentro de los rangos de peso adecuados e incluso inadecuados por bajos. En este trabajo, al hablar de «dietas mágicas», no nos estamos refiriendo exclusivamente a las de adelgazamiento, aunque les concedamos una gran extensión justificada por la realidad de su problema, sino también a todas aquellas que pretenden incrementar la longevidad y la curación de diversas patologías -cuyos tratamientos muchas veces son incompatibles con dichas dietas- y que analizamos dentro del capítulo de «alimentos y dietas curalotodo». También se estudian las virtudes atribuidas a alimentos o productos «naturales» no debidamente contrastadas. Es obvio recordar que sería difícilmente imaginable que después del exhaustivo estudio de los naturales de la tierra o de las aguas, tal y como se conocen hoy en día, pudieran surgir unas cualidades tan importantes como las que se atribuyen a estos alimentos que no hubieran sido tenidas en cuenta por los que los investigaron y que, lógicamente, fijaron sus propiedades en un marco científico y con unos aspectos positivos y negativos que deben ser tenidos en cuenta. El secretismo no es aceptable en Ciencia y la comunidad científica está abierta y muy receptiva a cualquier novedad siempre que sea de garantía y publicada en revistas o presentada a congresos oficiales que tengan un adecuado comité de aceptación que garantice su calidad, pero, sobre todo, que respondan a la verdad, y que ésta se pueda demostrar. Aunque el papel de las vitaminas y minerales en la salud está fuera de toda discusión y, por supuesto del concepto de magia, el mal uso de los mismos se basa, a veces, en expectativas infundadas. Es cierto que una dieta variada vehiculiza todos los nutrientes necesarios pero también lo es, como hemos comprobado repetidamente para la población española y grupos de la misma, al igual que en otros países desarrollados, que por debajo de 2.000 Kcal/día tiene lugar una disminución lineal en el aporte de prácticamente todos los nutrientes por lo que es difícil que se puedan cubrir las recomendaciones dietéticas. En situaciones de baja ingesta energética sería de gran utilidad un complemento mineral-vitamínico «personalizado», es decir, que aporte aquellos nutrientes realmente deficitarios para el individuo. Esta situación de complementación o suplementación adecuada a las circunstancias personales tiene un soporte científico y, por supuesto, nada que ver con la magia. En relación con las llamadas dietas alternativas, dentro de las cuales destaca la vegetariana y, a las que se dedica un capítulo, recordemos que en las recientes guías dietéticas para la población americana (Dietary Guidelines for Americans, 1995), se dice que una dieta vegetariana puede ser adecuada para los adultos. Esta afirmación no quiere decir más, y ya es bastante, que es posible en personas adultas obtener con alimentos de origen vegetal un resultado similar al de una dieta en la que intervengan también alimentos de origen animal. Hecha esta consideración, atribuir a la dieta vegetariana estricta propiedades mejores que las de una dieta no vegetariana equilibrada no se corresponde con la realidad científica y, evidentemente, puede presentar de modo potencial mayor dificultad para hacer frente a las necesidades nutricionales que una dieta mixta habitual. Desde los tiempos más remotos, nuestros antepasados han atribuido a algunos alimentos las virtudes más extraordinarias que, sorprendentemente, aparecen más o menos disfrazadas en un buen número de los sistemas dietéticos actualmente en circulación. La credulidad del hombre en materia de alimentación es ilimitada. Muchos de nuestros ciudadanos creen a «pies juntillas» en las virtudes sobrenaturales que, se atribuyen a ciertos alimentos. Por otra parte, el consumidor se ve literalmente bombardeado por toda clase de opiniones infundadas y contradictorias y se encuentra, de hecho, en un estado de confusión que lo incapacita para distinguir la fantasía de la realidad. Informar a los ciudadanos de las falsedades que encierra en muchos casos una propaganda dietética es fundamental pero es, además, preciso idear un sistema capaz de impedir que este tipo de propaganda errónea llegue al público, imponiendo como condición necesaria la presentación de pruebas fehacientes sobre la veracidad de sus afirmaciones, evitando métodos de publicidad subliminal o desleal y garantizando la cualificación profesional de las personas que los promocionan. Esperamos que este trabajo contribuya a aclarar conceptos erróneos que, desgraciadamente, prevalecen hoy en un campo tan interesante y con tanta repercusión como es la Nutrición.
FEN  (Fundación Española de la Nutrición)

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