Cuando se habla de ajos muy poca gente sabe diferenciar las numerosas variedades que se pueden encontrar en el mercado. El ajo blanco y el violeta son las más utilizadas y conocidas.
El ajo blanco es sin duda la más popular. De gran tamaño, tiene un mayor número de dientes o gajos. Su sabor es suave y su aroma persistente. Se conserva muy bien durante meses.
El ajo violeta tiene un sabor más fuerte que el blanco. Se siembra de septiembre a noviembre y se recolecta a finales de la primavera, de mayo a junio. Originario de La Mancha, concretamente de la zona de Las Pedroñeras, se caracteriza por un picor y un sabor más intensos.
Conocido desde la Antigüedad, las propiedades curativas del ajo lo convirtieron en un ingrediente con un alto potencial medicinal.
Sin duda, es uno de los condimentos más utilizados en el mundo, fundamental en sofritos y guisos. Se cocina de diferentes maneras: crudo, cocido o frito. Es aconsejable, para suavizar su fuerte sabor, quitar la semilla verde interna. También se pueden emplear los ajos sin pelar durante la cocción para aromatizar los platos.
El ajo contiene, además de agua, carbohidratos, proteínas y fibra, aportando vitaminas A, C, E y del grupo B. Respecto a los minerales, destacan en su composición el potasio, fósforo, calcio, hierro y sodio.
Es muy recomendable para reducir el colesterol y la presión arterial. Es anticoagulante y antiinflamatorio, favoreciendo la circulación de la sangre. También es estimulante y antioxidante.
Por ello, es importante incluir su consumo en la dieta diaria.
 
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