En la actualidad, 700 millones de personas son mayores de 60 años. Para el año 2050 las personas de 60 años o más serán 2.000 millones, esto es, más del 20% de la población mundial.
El 14 de diciembre de 1990, la Asamblea General de las Naciones Unidas designa el 1° de octubre Día Internacional de las Personas de Edad. La finalidad del mismo es reconocer la contribución de los adultos mayores al desarrollo humano y económico, así como subrayar los retos asociados al envejecimiento demográfico mundial.

«El proceso de envejecimiento también tiene consecuencias sobre la capacidad para alimentarse y obtener los nutrientes necesarios.»

La ancianidad, conocida como tercera edad, es un periodo de la vida resultado del proceso natural de envejecimiento, caracterizado por el conjunto de cambios en la estructura y función de los órganos y tejidos corporales que se ha ido produciendo a lo largo del tiempo. En esta etapa de la vida el organismo presenta una serie de modificaciones como la pérdida de masa muscular, la disminución de la densidad ósea, y la reducción de la movilidad de las articulaciones, que originan movimientos más lentos y torpes. El proceso de envejecimiento también tiene consecuencias sobre la capacidad para alimentarse y obtener los nutrientes necesarios.
Esto supone que los ancianos tengan que adaptar su dieta a la nueva condición de su aparato digestivo, modificando el tipo de alimentos para que estos resulten fáciles de tragar y digerir  y les aporten los nutrientes necesarios, de acuerdo a sus características fisiológicas, nivel de actividad, y afecciones.
El estado nutricional en las personas ancianas es primordial, ya que una nutrición deficitaria aumenta el riesgo de contraer enfermedades, empeorando el pronóstico y la evolución de multitud de procesos crónicos (diabetes, hipertensión, osteoporosis, insuficiencia renal, etcétera).
En las personas mayores la alimentación y la nutrición pueden verse afectadas por factores como el estado anímico, las relaciones sociales y de cuidado, el nivel socioeconómico, la actividad física, el estilo y los hábitos de vida. Todo esto se ha de tener en cuenta para construir unas recomendaciones nutricionales y dietéticas adecuadas a cada paciente, sin olvidar las preferencias y gustos personales.
Un correcto aporte de nutrientes ha de cubrir las necesidades particulares del individuo, sobre todo respecto al control de enfermedades y sus consecuencias, y también prevenir o disminuir las alteraciones del propio proceso del envejecimiento.
 
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